Bruno Monteferri
Un abogado peruano que trabaja por la conservación del medio ambiente
En el Perú, hay personas que renuncian a sus trabajos en oficina y a sus rutinas en la ciudad para iniciar un nuevo reto personal en las alturas de los Andes. O en el medio de la selva. O en un valle profundo. O cerca de un bosque tropical. Son personas que un día decidieron armar maletas, abrazar la naturaleza y dejar atrás el cemento de la urbe. Lo hacen por convicción, para cumplir sus sueños o para ayudar a conservar el planeta. Pero existen otras personas que ayudan a que puedan hacerlo. Bruno Monteferri es uno de esos, el que motiva ese cambio de vida.
Sin embargo, hubo un tiempo en el que Monteferri era un abogado, de saco y corbata, recién egresado de la facultad de Derecho de una prestigiosa universidad en Lima. Esos días dentro de una oficina, con otros colegas suyos, fueron breves, pues pronto descubrió que su propósito estaba en otro lado. Durante su adolescencia había tenido una pista: en medio de esas jornadas de trekking con amigos en la sierra o durante esas incursiones a la costa en busca de olas para surfear. Pensaba entonces que los paisajes naturales que iba descubriendo tenían un potencial enorme. De hecho, para una de sus clases en la universidad, tuvo que viajar a La Merced, en la selva central del Perú, y conocer, de cerca, un proyecto de turismo sostenible, dirigido por los hombres y mujeres de la comunidad asháninka.
Me reúno con gente que tiene el sueño de proteger un lugar del Perú o que tienen una pasión por un espacio natural y quieren que ese sitio se mantenga o ponerlo en valor con una mirada sostenible.
Las áreas naturales protegidas representan el 17,3% del territorio peruano. Son espacios donde se ejecutan esfuerzos para preservar los ecosistemas y las especies silvestres que viven allí. Muchas de ellas pueden sobrevivir gracias, precisamente, a la protección brindada por parques nacionales y reservas naturales.
Entonces Bruno Monteferri se dio cuenta de que allí estaba su vocación: ayudar y asesorar a las personas que querían conservar. “Me reúno con gente que tiene el sueño de proteger un lugar del Perú o que tienen una pasión por un espacio natural y quieren que ese sitio se mantenga o ponerlo en valor con una mirada sostenible”, dice Monteferri. En 2012, descubrió también que existía una asociación, llamada Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), que buscaba abogados ambientalistas. Ese mismo año postuló, ingresó e inició una sólida carrera que lo condujo, una década después, a ser director de la Iniciativa Conservamos por Naturaleza de la SPDA.
UN ACTIVISTA DISTINTO
Cuando le preguntan a Bruno Monteferri si se considera un activista, él cuenta que tiene un diferencial: “A diferencia de otras personas que trabajan en conservación, a mi me interesa generar cambios de comportamiento en la sociedad y que mucha más gente se involucre”. Al inicio de su carrera en la SPDA, le llamaba la atención que sea uno de los pocos jóvenes que participaba en foros, charlas y congresos. Desde entonces se propuso convertirse en un activo vocero para convocar a más personas. “He tratado de democratizar el acceso a la conservación a otras personas que no necesariamente sea especialista o académico”. ¿Qué es lo que hizo para lograr su objetivo? Conocer las herramientas disponibles en el Derecho para conservar naturaleza. Y si no existían las leyes, pues crear los marcos legales y llevarlos al Congreso para que puedan ser debatidos. Por ejemplo, participó en la aprobación del reglamento de la ley de rompientes, pionero en el mundo, que protege 43 olas en todo el litoral y más de 800 hectáreas del mar peruano. “Hay mucha gente que quiere hacer un proyecto de conservación, pero no sabe cómo hacerlo”, dice Monteferri.
En el camino se encontró con Pedro Solano, un director de la SPDA que, además, era rockero y amante del fútbol. Lo considera su mentor. En aquel tiempo, la organización tenía objetivos concretos: así como el Perú, un país megadiverso, promueve la inversión en minería y en la explotación de hidrocarburos, pues también debería alentar a que los ambientalistas puedan invertir recursos en conservación y ecoturismo, pero con seguridad jurídica. Muchas personas y agrupaciones empezaron a sumarse y se generó un movimiento de conservación privada (y voluntaria) que ha permitido que actualmente hayan más de 2.5 millones de hectáreas en el país conservadas por ciudadanos. “Me di cuenta que había gente que tenía intereses específicos de conservación. Por ejemplo, los tablistas, o la gente que está harta del plástico, o la gente que pide que se protejan los ríos. Entonces debíamos trabajar con ellos para hacer campañas para proteger algo que merece ser protegido”.
LA NATURALEZA RUGE
Hace pocos años, una empresa multinacional quería construir una represa que tendría un impacto negativo en el cañón del Marañón. No era cualquier río. “Son seis ríos que conectan los Andes con la Amazonía desde hace millones de años. Es decir, las rocas que vienen desde los Andes se trituran, se vuelven arena, pero también contienen nutrientes”, explica Monteferri. Y esos nutrientes son los que permiten que haya más productividad en la parte baja de la Amazonía. Hacer una represa en uno de esos grandes ríos quizás no era una idea tan buena, ¿no? Y así lo entendieron. “Estamos trabajando en una propuesta de ley para que los principales ríos que cumplen un rol tan importante en temas de conectividad, como el Marañón, el Napo o el Ucayali, sean lugares en los que no se puedan hacer intervenciones». Incluso produjeron un documental, El rugir del Marañón, que cuenta la lucha de las comunidades en contra de la construcción de la represa.
Existe una metáfora que suele emplear Monteferri para describir su cruzada personal. Parece una clase de biología al inicio. “En el mar hay dos tipos de organismos: los plancton y los necton. El primero se deja llevar por la corriente, mientras que el necton era capaz de nadar contra a la corriente. En el mundo ambiental, pensaba, se requieren más necton. Pero después de trabajar años en el sector, me di cuenta que lo que más necesitamos es cambiar la corriente”.