DANIELA BALLESTEROS

Nuestra golfista en Estados Unidos

Desde hace tres años, lleva una carrera de Finanzas en la Universidad Purdue en Indiana gracias a una beca que ganó por jugar golf. No fue un golpe de suerte. Desde los siete años, cuando tuvo su primera competencia internacional, sabía lo que quería. Y ahora está a punto de lograrlo.

Daniela Ballesteros vive en Indiana, a dos horas de Chicago. A cinco minutos de la cancha de golf de la Universidad Purdue, donde estudia la carrera de Finanzas. Se instaló allí en enero de 2020, a mitad del año académico en Estados Unidos. Fue un cambio rápido: se había graduado del colegio Pestalozzi en diciembre de 2019 y, tres semanas después, ya estaba arrancando clases. Hasta ese momento, su única experiencia en el extranjero la había tenido a los doce años, cuando sus papás 

 

la mandaron dos meses de intercambio a Florida. Por ser atleta becada por la universidad, tiene los horarios ajustados. En un día típico, la rutina de Daniela es, más o menos, así: se despierta a las seis y media, desayuna, y a las siete ya está manejando rumbo a la universidad. Clases desde las 7:30 hasta las 11:45. Regresa a casa, se cambia, come algo ligero y enrumba hacia la cancha porque los entrenamientos empiezan a las 12:30 durante dos horas.

 

 

Ha competido en Irlanda, Escocia, Francia, Uruguay, Argentina, Estados Unidos, Paraguay y Chile. En 2022 ganó el Sudamericano Amateur de Quito. Fue la segunda peruana en la historia en conseguirlo”

¿Cómo empezó la fascinación de Daniela por el golf?

Si el clima es favorable, se queda hasta las cinco de la tarde por su cuenta. Y a las seis, reanuda el entrenamiento en el gimnasio con el resto del equipo. “Hacemos trabajo de piernas porque en el golf el movimiento se inicia en la cadera, pero la potencia viene de abajo. Eso te ayuda a generar más velocidad antes del impacto para pegarle más fuerte”, dice Daniela desde una ventana de Zoom en su habitación.

Pero ¿cómo empezó esa fascinación que la llevó a estudiar becada en Indiana? Los Ballesteros vivían en Miraflores, pero su familia, desde sus abuelos, tíos y primos, han sido socios del Club. Por eso, Daniela pasaba sus vacaciones en varios talleres de verano.

En 2007, por ejemplo, estaba en básquet, tenis y natación. Cuando terminaba básquet, se quedaba mirando las clases de golf, y una vez, de curiosa, se sumó a una. Luego vino otra y otra más. Cuando acabó el verano, el profesor a cargo, Lorenzo Rojas, se le acercó a su mamá y le dijo que Daniela tenía potencial, un movimiento natural y que debía seguir.

Sus decisiones en el juego son más cálculo que instinto. En la previa a un torneo, ella se detiene junto al hoyo inicial con una brújula para ubicar dónde está el norte y por dónde vienen los vientos.

Ella, sorprendida, aceptó la recomendación y la anotó a las clases de invierno en el Club. Daniela hoy mide 1,76 y tiene brazos largos. Es una ventaja que aprovecha: tiene más arco al momento de subir el palo y puede generar más velocidad. “Cuando era niña, lo que me gustaba del deporte es que te permitía superarte. Tú misma te pones tu récord del score más bajo que has hecho y quieres hacerlo mejor. Y me encanta el hecho de meterme en situaciones difíciles y ponerte creativa para ver qué tiro haces para sacarla de ahí”, dice Daniela. Le gustaba pegarle por encima de las palmeras, inventar tiros, jugar con el vuelo de la bola, pegar a diferentes distancias con diferentes palos.

En 2009, cuando tenía siete años, viajó a una academia en Miami con sus papás. Si quería seguir escalando, tenía que adquirir experiencia internacional. Allí conoció al coach Mariano Bartolomé, certificado por la Jim McLean Golf School. Estuvo entrenando una semana con él porque luego debía viajar a Carolina del Norte para su primera competencia internacional.

Conserva una foto (de muchas) en la que prepara su disparo bajo la atenta mirada de su entrenador. Desde entonces, durante las vacaciones de mitad de año en Lima, Daniela volaba a Miami para encontrarse de vuelta con Bartolomé. Esa fue la primera de las cuatro fechas que marcaron su precoz carrera. La segunda ocurrió en 2015, seis años después, cuando ganó en Lima su primera clasificación al primer Sudamericano Pre Juvenil en Colombia. Tenía 13 años.

“Nunca lo he visto como una obligación porque me encanta, lo paso bien. En los últimos años he tratado de ser un poco 

más seria: voy a entrenar dos horas y nadie me molesta, pongo mi celular en silencio y el único mensaje que puede entrar es de Mariano. Es una manera de ponerme disciplina porque me pongo metas cortas para cada entrenamiento”, dice Daniela. A finales de 2019, como campeona nacional en Perú, participó en el Orange Bowl de Miami. En el interín, compitió además en Irlanda, Escocia, Francia, Ecuador, Uruguay, Argentina, Paraguay y Chile.

Al final del torneo, Daniela quedó segunda en la categoría Juvenil. Ya se había puesto en contacto con varias universidades de

Estados Unidos buscando una plaza, pero esa fecha fue crucial porque el entrenador principal de Purdue estaba allí. “Tengo una beca completa para darte”, le dijo cuando se acercó a presentarse. Micaela Farah, otra destacada golfista y amiga suya, estaba llevando una carrera allí también. Tres días después, Daniela Ballesteros respondió que sí. En los próximos meses, después de graduarse, le toca mudarse a Miami, a otra universidad, para iniciar una maestría y seguir jugando golf. Estará más cerca de Bartolomé, su entrenador insustituible. En seis años, se imagina en el tour profesional de golf. Esa es la meta y, a la vez el sueño.

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