Crónicas Barcianas

Episodio II

Por: Rey Bar–Burí

Más vale target que nunca


“¡Te he dicho que no… yo no fumo… y odio el chicle!”, grité al insoportable mocoso que no me dejaba en paz desde hacía rato. Desesperado por el acoso, esta vez hice mi mejor esfuerzo y puse una expresión copiada del mismísimo Herodes mientras mataba el rato con alguno de sus célebres pasatiempos. Mas el pigmeo insistía con esa típica cantaleta que lo hacía idéntico a otros posibles terokaleros de su especie. Había que reconocerlo: era un petiso evolucionado, una suerte de petiso-sapiens que tras el largo camino recorrido por sus antepasados se presentaba mucho más apto para la supervivencia como vendedor de porquerías.  No había manera de hacerlo desistir. Era inmune a todos los “no tengo plata”, “regresa mañana”, “trabajo en SUNAT” o “soy el monstruo de Armendáriz” que uno pudiera lanzarle. Felizmente, en el momento en que consideraba seriamente verter el contenido de un trago corto sobre su cabeza para luego discretamente pasarle un lanzallamas, llegó C. en mi auxilio. “Mira chibolo, pierdes tu valiosísimo tiempo de rara lucidez post-bolsa intentando realizar una venta el cliente equivocado, has seleccionado mal tu público objetivo: tu target no está bien segmentado”, dijo dirigiéndose a la molesta criatura. Entonces algo milagroso sucedió: al oírlo el niño abrió los ojos desorbitadamente y salió corriendo. “Nunca falla”, exclamó C. “¡Luchopp… un chopp!”, gritó enseguida. “No sé por qué al oír la palabra target todos los mocosos ambulantes salen disparados”, comentó quechuchísticamente desinteresado. “Les sonará a algo que ellos temen, pues… una especie de repelente fonético”, intenté explicar. Total, así era en el mundo real.
Target. Concepto que asusta a más de uno ¿A qué público se apunta? Eso es clave ¿No me creen? A ver, un caso práctico. La ¿rubia? que estaba sentada en la barra. Había llegado sola, pero era un hecho que en poco tiempo estaría acompañada. Juguetona de pies a cabeza, inspeccionaba el terreno desde su estratégica ubicación ¿Cuál sería su blanco? El lubar le ofrecía varios puntos, perdón, varios segmentos. Por un lado estaban los clientes e-ternos, grupo conformado por ejecutivos y empleados de empresas cercanas a la zona. Otro segmento bien definido era aquél caracterizado por su extrema sencillez: chibolos entre los 16 y 18 que a la hora de pagar la única chela consumida en 4 horas dan inicio al ritual que los define: recolectar entre ellos algún sencillo que los ayude a pagar la cuenta. Muy al fondo, separado de los comunes mortales, aparecía instalado en su propio Olimpo el clan de los yuppies, segmento aficionado a los conciertos de celulares ¿Y ¿rubia?… te decidiste… con quién te irás esta noche? 
“¡Se va se va… se va el Alianza para campeón…bueno pues, salud por el campeonato!”, me soltó de pronto completamente desfasado C. apenas Luchopp puso su vaso sobre la mesa. “¿Campeonato… un poco tarde, no?”, reaccioné. “¿Y qué tiene?… Más vale tarde que nunca”, defendió su ligerísimo atraso de 3 meses C. “¿Qué haces con esa vincha?”, preguntó S. mientras se sentaba. “¡Estoy celebrando el campeonato de mi equipo!”, contestó el eufórico interrogado. Entonces S. respondió algo originalísimo: “¿Campeonato… un poco tarde, no?”. Fue en ese momento en que vi a la ¿rubia? sacar un cigarrillo de su bolso ¿A qué caballero haría salir disparado de su asiento para que satisfaga sus requerimientos? “¡El que no salta… una gallina… el que no salta…!”. C. proseguía su tardía, y sobre todo inoportuna, celebración. Infinidad de ceñudos rostros me hicieron sospechar que estábamos rodeados por la crema y nata del segmento adverso ¿Zona grone? Suena al grone, más bien, temí. En eso, S. nos lanzó a boca de jarra su tan temida frase: “Vengo de acompañar a una flaca a su casa y…”.  “No digas más: ésta también te choteó”, interrumpió sabiamente C. “¿Me choteó… estás loco!… Este… ¿Cómo sabes?”, respondió S. “¡Gran novedad… siempre es lo mismo… toda la vida te chotean…!”, intervine. “Apuntas a un público objetivo equivocado”, agregó C. retomando el tema inicial de nuestra conversación. “A ver…”, agregué mientras sostenía el rostro de S. y lo observaba fijamente. “Sí pues… con ese cacharro apunta mejor al segmento ´invidentes´… ¡Ése es tu target!”, sentencié como gran amigo.
Por otro lado, increíblemente la ¿rubia? sostenía coquetamente su cigarrillo… aún apagado. Pero  ella no se rendiría tan fácilmente. Su sexo sentido le advertía sobre una posible presa: un pata con pinta de modelo que tomaba solo en una mesa junto a la puerta. La mira ya tenía un blanco. “¿Target… qué tiene eso que ver con el problema que les iba a contar?!!”, piteó S. “¿Qué tiene que ver?… Huevas, todo lo que uno hace debe ser concebido en función al público objetivo al que va dirigida la acción”, respondió C. “Pero yo sí les gusto a las chicas… un día de estos los voy a dejar cojudos… me voy a aparecer con una Rivasplata… o con una Mazza… ¡Ahí los quiero ver!”, replicó S. “¡Cómo alucinas… parafraseando al gran filósofo Leguía, seguro tú has venido al mundo con un troncho incorporado…!”, agregué eruditamente.
“¡We are the champions my friend… we are the champions…!”, cantaba C. mientras yo le advertía de la real posibilidad de que cantara el tema a dúo y en directo con el mismísimo Freddie en caso siguiera con su provocación. “¿Puedes cambiarme este billete de 100 soles?”,  le preguntó inesperadamente Luchopp a C.  “Un claro caso de pésima segmentación del target”, ironicé. “Eso sí… a quién le pides… al más misio”, secundó S. “¡Qué les pasa o´e…!… No tengo ahorita Luchopp… pero si quieres me das el billete, voy aquí nomás a mi casa y te traigo el cambio”, dijo C. con la entonación más honesta que tenía. Luchopp, sin inmutarse, guardó el billete, dio media vuelta y se retiró, demostrando con ello no pertenecer al segmento caídos del palto.
Target ¿Quién dice que no debemos tenerlo siempre en cuenta? ¿Y la ¿rubia? Se cansó de tomar rubias sola. Se cansó de mandársele al modelo. Se cansó de esperar ¡Al ataque! Con su virgen cigarrillo en la mano se le acerca y le pide tienes fuego por favor. “No”, sólo le responde él con voz nasal y aflautada, enfatizándolo con una rápida volteadita-de-cara-mechón. Lo siento ¿rubia? Ése pata jamás podrá pertenecer a tu mercado. Marketeaste mal tu producto (o lo marquequeaste mal). Así es el fútbol
¡Salud… clink… salud…clink! Soundtrack de variadas escenas finales. Jóvenes de éxito hablando por celular último modelo. Chibolos contando monedas ¿Rubia? ex­-fumadora. Cánticos deportivos de futuro mártir.

EPÍLOGO: En algún momento de la acuosa madrugada creo sorprender al modelo mirando insistentemente a S. Hum… habrá que creerle pues. Al final mi amigo tenía su jale.