182 kilómetros separan a nuestra congestionada capital, del pasado. Detenida al espumoso borde del Pacífico, entre Supe y Barranca, resplandece una sosegada playa atrapada en el tiempo: Caleta Vidal. Cuentan que debe su nombre a un merecido homenaje al patriota Francisco Vidal, héroe de la Guerra de la Independencia y nombrado Primer Soldado del Perú. Cuentan. Pero lo mejor de ella no es el origen de su nombre. Playa de estirpe remota, como pocas quedan ya. Aroma de pescadores artesanos de un mar sereno y generoso. Forasteros encandilados por el hallazgo del repentino tesoro. Caleta Vidal. Paraíso que se ganó el derecho a aparecer en cualquier álbum de memorables imágenes. Barcas de colores estacionadas en su traslúcida arena. Pueblo donde las mujeres todavía sacan sus sillas por las tardes para contarse su día. Mar puro que se funde con el cielo. Caleta Vidal.
Por siempre, caleta. (Ojalá).